El paraíso deteriorado

 Regresaría tarde o temprano, ya que me llamaban, había estado en un paraíso lejano y extraño, un paraíso de silencio que parecía pertenecerme, con luces tenues y sin apenas brillo, con estrellas blanquecinas y hambrientas.

Oímos las palomas despegar como un avión, de una manera inversa movían las nubes.

Por primera vez mi mano tocaba algo que le gustaba, algo verde y de nombre desconocido.

Era mío el eco que tumbaba los árboles.

El cielo caminaba por mi espalda, yo agradecido sonreía.

Un momento de paciencia pareció desintegrarse en aquel universo.

Existía una remota posibilidad de que me gustase el sitio.

¿Encontraré un lugar así en el futuro? Redondo, plano,verde, apacible, desestresante…

¿Llegaría a ser mi habitación, con todos los libros abiertos y mi madre moviendo la cabeza?

Preguntaba “eso” y ella me contestaba “esto”.

Se abrían mis ojos en busca de algo de comprensión, sentía mis pies flotar y su pelo dar saltos, a lo lejos me ponía cantar.

La hierba se agitaba y agitaba y yo no le daba importancia.

Los murmullos se escuchaban rozar mi nuca como un chirrido.

Latía con ritmo todo el aire que me rodeaba.

Y los fúnebres momentos parecía alejarse.

Los árboles seguían el compás, la luna se mecía entrando por mi nariz, una vez allí se caía lentamente.

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