Hacía tiempo que deliraba. Se pasaba horas postrada en la cama y cuando iban a visitarla todos decían lo mismo: Ana deliraba. Nadie sabía por qué. Hacía un mes que se pasaba las horas contemplando los atardeceres. Su madre estaba muy preocupada por ella, pero cuando intentaban hablar, tener una charla, siempre la acababa echando de la habitación: es mía, decía en un tono seco y frío. La señora Wallace se pasaba las horas llorando y su hija mirando por la ventana. Llamaron a varios médicos y ninguno lograba adivinar qué era lo que le ocurría, con ellos parecía mostrarse más tranquila y lúcida, al menos al principio, pero terminaba por recitar cosas sin sentido, cosas como que quería aprender a tocar el piano y tener un gato para llamarlo Muse.
La señora Wallace le compró un gato y un piano. Por las tardes Ana tocaba el piano en su habitación, acordes sin sentido, y luego contemplaba el atardecer acariciando a Muse.
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