Érase un rostro maltratado.
De nariz puntiaguda y mal ajustada.
De pelo rizoso y apelmazado.
De ojos alegres y de color indeterminado.
De orejas pequeñas y adornadas.
De cara redonda.
De labios rojos.
De cejas poco pobladas.
De pestañas parvas.
De ideas claras y de palabras concisas.
Érase el cuento del rostro terminado.
