En el frente

La puerta se abrió. Entró en el salón, había dos copas sobre la mesa y su vino favorito. La luz ténue de velas… Él se quitó la chaqueta y la posó en el sillón.

—¿Rocío?

Al no recibir respuesta se sirvió una copa.

—¿Rocío? Estoy aquí.

Pasó la mano por el mantel. Su textura era suave y fresca. Rocío apareció tras el umbral de la puerta de la cocina. Lucía un vestido negro de algodón. Un collar de perlas blancas y relucientes. Unos zapatos de tacón.

Al principio arqueo las cejas con sorpresa. Luego, se relajó y sonrió ampliamente.

—Has venido.

Se miraron sin decir nada más y tomaron asiento. Él cogió la copa de vino, meciéndola se la acercó a la nariz. Mojó los labios con los ojos cerrados.

—Han pasado muchos años…—dijo ella

Él carraspeó.

—He preparado unos oricios. Me ayudó a cogerlos ese señor que siempre toma el sol en el pedral… He olvidado su nombre,  ya no soy la que era…Ni siquiera tengo la fuerza suficiente para arrancarlos. ¿Están buenos?

—Sí…

—¿Recuerdas en verano cuando íbamos a por ellos? El sol nos daba en la espalda y nos abrasaba, nos quemaba la piel y tú nunca te echabas protección. Solo conseguíamos un par de kilos porque éramos incapaces de coger más, los puñeteros se enganchaban a las rocas con su último aliento. ¿Te acuerdas?

—Sí, nos los comíamos crudos.

—Regresábamos por aquel sendero de grava que nos manchaba los pies igual que polvos talco. Y al llegar a casa dejábamos un camino de pisadas blancas hasta la habitación.

Sonrieron y se quedaron en silencio sin saber qué más decirse.

—He pensado que mañana podríamos volver. Todo sería como antes. Quiero ir —dijo finalmente ella.

—Rocío…

—Quiero volver por el camino de grava. Porque desde ahí se ven los acantilados.

—Hay algo que…

—Incluso podríamos ir al teatro como todos los domingos por la mañana. Después pasear por el muelle y ver los barcos. Hay barcos nuevos. Veleros… Podríamos ir al cementerio de lanchas, no vamos desde que comenzó la guerra.

—Rocío yo…

—Lo siento, no te he dejado hablar.

Él encendió un cigarrillo. El humo bailó entre las copas.

—Me tendré que ir pronto.

—Lo sé. Pero prefiero hacer como que te vas quedar para siempre.

 

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