Fresas y amapolas

Recuerdo aquel sabor como si lo acabase de sentir hace unos instantes, cuando muerdo la fresa silvestre me imagino con un sombrero de paja mirando al viento despreocupada, con una sonrisa de satisfacción.

Comienzo a producir saliva, una saliva que pronto desaparece;

mi sombrero sale volando y corro tras él sobre un campo de amapolas;

después me entra un escalofrío;

ya he recuperado el sombrero y me tiendo sobre las amapolas, cuando una brisa hace que intente cubrirme con ellas;

trago la fresa pero el sabor no se va;

yo sigo ahí en el campo de amapolas.

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