Normalmente las flores gigantes se movían al son de la brisa, es decir todas hacia la derecha. Pero hoy se movían hacia la izquierda, como si alguién estuviera soplando desde el otro lado.
Aquella imagen se transformó en la de un niño sosteniendo un diente de león, soplaba y sus esporas blancas volaron rozando la hierba, mientras se convertían en delicadas bailarinas representando una función.
Y no sé por qué apareció ¿un gato? Exacto uno atigrado de movimientos ágiles y de mirada felina . Comenzó a perseguir a las bailarinas, creo que es mi gato, aunque ni siquiera sé si tengo uno.
Entonces me desperté, qué sueño más extraño.
Cuando fui al comedor, en efecto, había un bol para gatos. Quise recordar de nuevo su aspecto pero no pude y no aparecía por ninguna parte.
Salí a la calle, tras bajar con éxito el infierno de escaleras, cuanto más miró hacia abajo más empinadas se ponen.
Las calles bajaban en cuesta y los árboles casi rozaban el suelo proyectando unas sombras que parecían humanos caminando todos hacia la misma dirección.
Mis pies (sorprendentemente) conseguían seguir pegados al suelo, aquella cuesta era más bien un acantilado.
Al final de la calle mis pies se elevaron a unos pocos centímetros del asfalto, me sentía ligero y suave como una pluma.
Me sentía profundamente atraído por unos lejanos maullidos allá en el campo de los dientes de león.
